Refrán que traduce muy bien las consideraciones que se les guarda a los ricos. Quijote dice en este sentido: «Las necedades del rico pasan por sentencia en el mundo». También se usa mucho: «Las razones de un pobre son como campanas de palo», «En el rico es alegría y en el pobre borrachera».

Que traduce la codicia de los hijos mimados de la fortuna.

Demuestra lo distraídos que suelen ser los privilegiados de la fortuna.

No lo olviden los flojos.

¡Qué lecciones más provechosas nos suele proporcionar el tiempo! Ya es un amigo que teníamos por fiel y resulta ser un ingrato; ya una persona de quien nos formamos un mal concepto, y ahora bien visto, es un criterio robusto y un corazón a toda prueba.

(¿Es traducción del inglés Time is money?) Véase: «El tiempo que se va no vuelve», o bien «No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy». Ambos son de la misma cría.

Es sinónimo de «¡El tiempo es oro!». De la misma casta es también «No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy».

Academia dice: «El habito no hace al monje». En estos tiempos de vanidad y de distingos, poco aceptable es la verdad que encierra este refrán. Véanse los antitéticos: «Así como te veo, así te trato», «Así como es el pájaro... etc.».

Los que hayan sido víctima de un robo en tales casos, que son muchos, analizarán bien la verdad que encierra este refrán.

Es hermano por ambas sábanas de «La ocasión hace al ladrón». Aplícase por extensión a toda clase de tentaciones.

Propio es de los discre­tos no hablar mucho, o por lo menos callar oportunamente.

Especie de reproche con que se hace notar la carencia de una cosa allí donde se produce.

Esto lo ha corroborado siempre la experiencia. No pongo por caso a nuestros ministros, que entran por una puerta y salen por la otra en «La Moneda».
Son de análoga significación: «No hay que subirse muy arriba, porque el porrazo es muy grande» y «El que se sube, etc.».

Expresa de una manera comparativa que los defectos suelen recaer hasta sobre personas de cuya honorabilidad no se puede dudar.

Traduce lo leves que suelen hacerse las faltas cometidas por los favorecidos de la fortuna. Sus emparentados son: «Las razones de un pobre son como campanas de palo» y «El rico entiende a razones, y el pobre a coscorrones».

Esta ordinaria reflexión, tan usada, da a entender cuan falibles somos los hombres.

Denota que en las horas de alegría, así como en las de tribulación, solemos invocar al santo de nuestra devoción.

Academia igual. Demuestra cuán prudente es callar. Véase: «En boca cerrada, etc.» y «Al buen callar llaman Sancho».

Hay cosas a las cuales, por ser­nos necesarias, tenemos que ocurrir; v. g.: una botica, una pa­naadería. También se usa en el sentido de que es fácil contagiarse entre malos. Son del mismo criadero: «Arrieros somos y por el mismo camino andamos», «Hoy por ti, y mañana por mí».