Dos buenas piernas tenemos y no podemos andar, pero el hombre sin nosotros, no se puede presentar.

Adivina, adivinanza, tiene un solo ojo y una cara ancha.

Soy blanco como la leche y fino como la seda; mi padre fue un duro árbol y conmigo están muy llenas de cartas, las carterías, de libros, las bibliotecas.

En un rincón de la clase, donde yo estoy colocada, acudes con los papeles que no te sirven de nada.

Con varillas me sostengo y con la lluvia voy y vengo.

Podéis comernos fritas, ¡qué ricas! En puré, que también estamos bien. En tortilla, ¡qué maravilla! Cocidas o asadas, solas o acompañadas, hasta en ensaladas.

Con unos zapatos grandes y la cara muy pintada, soy el que hace reír a toda la chiquillada.

Tengo dientes y no muerdo, desenredo con cuidado, caminos abro en tu pelo, ya sea liso o rizado.

Podrás tocarlos, podrás cortarlos, pero nunca contarlos.

Soy redondita y sin pies, puedo correr y saltar, y apenas puedo quedarme quietecita en un lugar.

Destacan en las orejas creyéndose independientes, van casi siempre en parejas.

Dulce, blanca y amarilla, a todito el mundo agrado; ¿deseas saber quién soy? Espera, ¿estás enterado?

Pérez que anda, Gil que camina, burro sera quien no adivina.

De cierto animal di el nombre: es quien vigila la casa, quien avisa si alguien pasa y es fiel amigo del hombre.

Mi pueblo es costero, sueño con el mar, en mi viejo barco me voy a pescar.

Juntos vienen, juntos van, uno va delante, otro va detrás.

Se pone para dormir, aunque no es un camisón, puede ser de lana, seda o algodón.

Pi y no llamo a los pollos, miento y digo la verdad; el que no me lo adivine, es que bien tonto sera.

Viste de chaleco blanco y también de negro frac. Es una ave que no vuela. Pero nada. ¿Qué será?

Por decir muchas mentiras me ha crecido la nariz, pero, arrepentido luego, vuelvo a sentirme feliz.