Hicieron ejecución a uno que se llamaba Romano, y él quedó mal contento, y disimulando dijo al escribano: Los derechos no los pida usted al acreedor; vuélvase por aquí y yo se los pagaré. Volvió presto, y Romano, viéndole en casa, cerró la puerta y meneóle muy bien el hato con una vara y cabestro del caballo, diciendo: Soy Romano y he de pagar como tal, y quedó por refrán: Pagar como Romano, en semejantes pagas.