Advierte que debemos abstenemos de in­sistir en cosas cuyo natural desarrollo puede acarrearnos males consiguientes. Úsase en igual sentido: «Tanto va el cántaro al agua, que al fin va a salir sin oreja».

Aplicase cuando los hijos sacan las mismas costumbres de sus padres.

Denota que el que lleva una vida desordenada, ha de concluir desgraciadamente.

Expresa una gran verdad: cuando tomamos parte en muchas empresas, siempre salimos defraudados.

Reprende a los descontentadizos.

Academia dice: «Quien no quiera ver lástimas, no vaya a la guerra». Censura a los que han buscado las desazones por su propio gusto.

Denota lo indulgente y cariñosas que son las abue­las con sus nietos. Academia dice: «Quien no sabe de abuelo, no sabe de bueno».

A Luis XI ha sido atribuida esta máxima, bastante usada, con que se expresa lo conveniente que es para conservar la armonía, el ser un poco indulgente para con los demás.

Úsase a modo de envalentonamiento o arenga para emprender alguna empresa de dudoso éxito.

Como todos los refranes que denotan desconfianza, es éste muy usado. Empléase para advertir que se ha columbrado la malicia de algo de que se trata.

Academia dice: «Quien más no puede, con su mujer se acuesta».

Con que se advierte que las malas accio­nes traen a su vez pesares y sinsabores, tarde o temprano.

Y si no, díganlo los hombres de grandes empresas.

Úsase para reprochar a los enfermos que no observan las prescripciones necesarias, y que, por el contrario, hacen desarreglos.

Enseña cuánto puede la perseverancia en cualquier empresa que acometamos.

Úsase a modo de advertencia familiar para indicar que el que rompe algo ha de cubrir la pérdida.