Tengo ruedas y pedales, cadena y un manillar; te ahorro la gasolina, aunque te haga sudar.

Una madrastra se porta fatal, una manzana es muy mortal, un beso amoroso la salvará.

Con ella vives, con ella hablas, con ella rezas y hasta bostezas.

Con una manguera, casco y escalera apago los fuegos y las hogueras.

Su forma es de pera, aunque es de cristal da luz sin espera para cada cual.

Rodeo cuellos y cuellos, tanto de ellas como de ellos.

Me llegan las cartas y no sé leer, y, aunque me las trago, no mancho el papel.

¿Cuál es el animal que tiene silla y no se puede sentar?

Unas son redondas, otras ovaladas, unas piensan mucho, otras casi nada.

El pie tapo al instante igual que se fuera un guante.

Todos me pisan a mí, pero yo no piso a nadie; todos preguntan por mí, yo no pregunto por nadie.

De nada me sirven estas cuatro patas, que quieta estoy siempre, sobre mí, el durmiente.

No es cama ni es léon y desaparece en cualquier rincón.

Animal soy, desde luego; me llaman el jorobado, y que tengo cuatro patas, ya se da por descontado.

La jaula es su casa, viste de amarillo; con su canto alegra a nuestros amigos.

Dos pinzas tengo, hacia atrás camino, de mar o de río en el agua vivo.

Adivina, adivinajera, no tiene traje y sí faltriquera.

¡Escapa, escapa! Que esto que te digo, aunque no te obligo, te abriga y te tapa.

De rojo me cubro sin ser amapola, mi abuela y el lobo completan la historia.

Hay en una plaza nueva un monte, y en él dos cuevas; más abajo un hondo pozo, que tiene su brocal rojo; altas ventanas iguales; en ellas dos niñas cucas, que por entre sus cristales todo lo ven y todo lo cucan.